Colegiaturas exentas |
23 Feb. 11
El martes pasado, el Diario Oficial de la Federación publicó el decreto del Presidente Felipe Calderón mediante el cual se otorga un estímulo fiscal que consiste en disminuir el Impuesto Sobre la Renta de los pagos por servicios de educación preescolar, primaria, secundaria y media superior.
Si bien es una medida de apoyo a la educación, hay que revisar cabalmente sus efectos en el conjunto social. Es cierto que reconoce a los padres de familia que, con esfuerzo, optan por alternativas educativas que desahogan la demanda hacia el sistema de educación pública y también puede beneficiar a los distintos planteles que han logrado consolidar una oferta de programas académicos de calidad.
Sin embargo, es necesario valorar los efectos de la aplicación de este decreto con perspectiva y cautela, pues la lógica del mismo apunta a que operará estructuralmente en contra, y no a favor como se piensa, de la educación en México.
En primera instancia, el propio Gobierno federal ha reconocido que con esta medida el régimen fiscal del País podría dejar de recibir ingresos por entre 11 mil ó 13 mil millones de pesos. Hasta ahora, Calderón no ha precisado de dónde saldrán los ahorros que cubrirán este enorme hueco presupuestal, que seguramente empezará a generar estragos a partir del próximo año.
En segundo lugar, por más que se argumente que el decreto pretende favorecer a los que menos tienen, su puesta en marcha evidenciará el apoyo hacia los grupos de clase media y alta de la sociedad. Es una realidad que la educación privada actualmente sólo es asequible a las familias con una renta mayor a los 6 ó 7 salarios mínimos. Esto, sin considerar que el decreto sólo aplica a personas que año con año presentan su declaración fiscal.
El tercer aspecto es que la medida no establece ninguna diferenciación entre todos los tipos de educación privada que existen, con referencia especial en la calidad. De hecho, este decreto desaprovechó la oportunidad de implementar sistemas de regulación que garanticen el éxito de la misión educativa fuera del ámbito público.
Incluso, podría pensarse que en lugar de financiar la demanda educativa se terminará por financiar y promover la oferta de planteles privados. Esto sucedería a través de un doble mecanismo: primero, al ser disminuido su costo, la educación privada atraería más demanda. Luego, una vez acrecentada su población estudiantil, estos planteles podrían aumentar gradualmente las colegiaturas y apropiarse del subsidio otorgado a las familias.
En un escenario ideal, si los 12 mil millones de pesos (o más) que dejará de recaudar el País por este concepto se utilizaran en crear alrededor de 10 grandes universidades públicas -tal y como ahora lo están haciendo China, Singapur y Corea- se disminuiría radicalmente el rezago en educación superior en México.
Lo anterior no es ninguna utopía. El mismo Dr. José Narro, Rector de la UNAM, ha sustentado que con la mitad de los recursos deducibles señalados se podría poner en marcha un programa que duplique, para el 2020, la actual cobertura en educación superior. Si bien se han logrado avances en la educación primaria y secundaria, la educación superior y media siguen siendo nuestro gran cuello de botella.
Es necesario que antes de legitimar las desigualdades inherentes entre la enseñanza privada y la pública, reconozcamos a la educación como el área estratégica nacional que detonará el desarrollo económico y social en el largo plazo. No podemos concebir ni darle trato a la educación como un bien individual, pues sus efectos no sólo repercuten en éste ámbito.
El decreto presidencial sobre exención a colegiaturas es una acción electoral de cara al próximo proceso del 2012. Al quedar excluida la educación superior privada, en realidad se les está invitando a organizarse para presionar y ampliar la base del decreto el próximo año.
El trato a la educación puede encontrar sus antípodas en países como Estados Unidos y Finlandia. En el primero, la educación pública ha venido a menos, lo que ha promovido el desigual crecimiento de escuelas privadas -como puede apreciarse en el recién galardonado filme documental "Esperando a Superman"-. En el segundo, se ha universalizado un ejemplar sistema de educación pública de calidad. Sin duda, esta es la ruta hacia donde debemos encaminarnos.
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