sábado, 25 de septiembre de 2010

"Sus palabras están crispando todavía más el ambiente que priva en el país, aunque indique que sus reflexiones son “tranquilas y serenas.



CARTA A EL CORREO ILUSTRADO DE LA JORNADA JALISCO


Sr. Director:

Me permito hacer algunos comentarios sobre el texto de la “Palabra del Pastor” que publica Semanario, Órgano de la Arquidiócesis de Guadalajara, de este domingo.

Deseo que mis palabras, como católico, sean, de alguna forma del conocimiento del cardenal Juan Sandoval Iñiguez, a quien también las dirijo con todo respeto.

Al referirse a las leyes aprobadas sobre la despenalización del aborto, sobre la píldora del día después, sobre los matrimonios de personas del mismo sexo y sobre la adopción de niños por parte de estas parejas, y cosas parecidas (me pregunto, ¿cuáles)?, considera que tales “leyes son dictatoriales, son contrarias a la democracia, denigran la representatividad de los gobernantes y de los legisladores”.

No niego que el pastor tenga derecho a decir su palabra, como todo ciudadano, ante problemas que afectan al país; sin embargo, discrepo del tono y del lenguaje empleados pues al tachar a las leyes aprobadas como “dictatoriales”, sus palabras están crispando todavía más el ambiente que priva en el país, aunque indique que sus reflexiones son “tranquilas y serenas.

Por otra parte, reitero lo que en estas mismas páginas escribí: ”Sin duda, en un buen número de jerarcas de la Iglesia católica existe un exceso de 'certezas' que creen necesario defender y que consideran en forma apodíctica, irrefutable, “científicas” y de acuerdo con la “ley natural”, como es el rechazo tajante de la homosexualidad –con su carga de homofobia- de los matrimonios homosexuales y, sobre todo, de la adopción de los niños por éstos últimos. Esta actitud, a mi modo de ver, proviene de una “seguridad” consciente o, al menos inconsciente, de una institución, con sus jerarcas a la cabeza, que se consideran ‘infalibles’ en todos los terrenos”. (La Jornada Jalisco, 22-08-10)

Creo que los temas que toca el cardenal, no tienen el consenso total ni de los obispos (aunque aún son minoría los que discrepan) ni de los teólogos ni de una buena parte del pueblo de Dios, para referirme a los que somos y nos llamamos católicos. Los temas son muy complejos y requieren un análisis más sereno, sin la carga de agresividad y de condena con que han sido tratados hasta ahora. Las interpretaciones sobre la ley natural, la exégesis e interpretación de los textos bíblicos también han variado y se han profundizado en los últimos años. Se requiere, por tanto, no dejarse guiar por un pensamiento tradicional por el que fácilmente se condenan posturas que son más abiertas, guardando, eso sí, el principio fundamental de defensa de la vida que se ha de aplicar a todos los terrenos, no sólo a los que toca el cardenal en su carta.

La brevedad de este tipo de cartas al lector del Correo Ilustrado, me obliga a concretarme a lo señalado. Sólo reitero que se tome en cuenta el llamado a la sensatez, a la serenidad y a no olvidar que estamos en un estado laico en el que las iglesias, aunque tengan el derecho de decir su palabra, no pueden imponer sus criterios que, por otra parte, como señalo arriba, no son ni intangibles ni irreformables. Lo que sí se ha de mantener es el principio general de defensa de la vida, de la vida en todas sus dimensiones (la pederastia, por ejemplo, es también un atentado a la vida, a la vida psíquica de niños y adolescentes).


A t e n t a m e n t e,


José Luis Razo Ochoa

Tlaquepaque, Jal., 26 de septiembre de 2010

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